Leyendas Urbanas ¿Mito o Verdad?

En Argentina existen diferentes Leyendas Urbanas que alguna vez hemos escuchado en alguna reunión, con amigos o con familia, en la escuela o visto en internet.
Estas leyendas son relatos de tradición popular que de tantos ser contados se van transformando. Cada una de estas historias transcurren en las calles de la ciudad de Buenos Aires o zonas rurales de nuestro país.
Parque Chas: el Triángulo de las Bermudas de Buenos Aires
Dicen que Parque Chas es un verdadero laberinto, y eso puede ser cierto. Pero otras historias van más allá y hablan de dimensiones paralelas y colectivos desaparecidos…
Hace un tiempo atrás, una línea de colectivos incluía en su recorrido las calles del barrio. La historia oficial es que la empresa quebró, pero la leyenda dice que no fue así.
Todo comenzó cuando, por algún motivo misterioso, se perdieron los planos de la zona que la compañía les daba a los choferes de la línea 187. Desorientados, los colectiveros entraban al laberinto sin tener muy claro si algún día saldrían de allí.

Uno a uno, los colectivos de la línea 187 fueron desapareciendo entre las manzanas de Parque Chas, luego de dar vueltas sin rumbo durante un largo tiempo. Cuentan que solo uno se salvó: el chófer y los pasajeros lograron llegar a Av. de Los Incas luego de días y días de girar por las calles.
Yendo para el barrio de Recoleta, encontramos en él el emblemático cementerio de recoleta que se destaca por su bella arquitectura pero que por dentro esconde las historias más misteriosas y oscuras. Una de las leyendas más destacadas y conocidas de la zona se trata de La dama de blanco, Luz María, hija del dramaturgo Enrique García Velloso, murió de leucemia en 1925, a los 15 años. Su madre, al filo de la locura, consiguió un permiso especial para pernoctar en un rincón de la cripta.
Cuenta la leyenda que una noche, un joven vio a una chica llorando en la calle trasera del Cementerio de la Recoleta, completamente vestida de blanco. Se acercó y, deslumbrado por su belleza, la invitó a tomar un café.

Luego del café, se besaron y ella dijo que su nombre era Luz María. De pronto, ella huyó, gritando que ya era tarde, y al levantarse volcó café en el saco que él le había puesto sobre los hombros durante su llanto. Él la siguió, pero su figura se desvaneció en la entrada del cementerio. Desesperado, empezó a golpear el portón con insistencia hasta que el cuidador lo dejó entrar. Y allí, en la primera calle, en la bóveda que llevaba su nombre, pudo ver lo inimaginable: sobre una figura yacente de mármol, estaba su saco manchado de café. Debajo, en la escultura, reconoció el rostro de la chica que lloraba, la que volcó su café, la que él besó y perdió para siempre.